Cuando me
he enterado de que se ha muerto, he llorado. Pero este buen hombre (y mucho más) era poco amigo de
dramones, así que, como escribana, transcribo unos párrafos de su
libro “Escribir es vivir”, escrito con la colaboración de Olga
Lucas, su compañera.
¿Por qué
este texto y no otro? Porque es divertido, tierno y certero, y su
autorretrato como escritor.
inclino
por aquellos que desmitifican al escritor, que lo bajan de su peana,
le despojan de su aureola
mágica
y lo muestran como un trabajador cualquiera. El ejemplo más directo,
sencillo y, a la vez, muy
ilustrativo
del oficio es la comparación del escritor con una vaca. […] espero
que me sigan, que puedan
visualizar
al escritor comparado con una vaca.
Veamos,
¿qué hace la vaca? Ustedes imaginen la vaca en un prado, tan
tranquila, detrás de una cerca
mirando
a la carretera. Por la carretera pasan infinitas cosas. Pasan los
labradores que van a labrar los
campos,
pasan los turistas, pasa la guardia civil, pasa el coche de línea. Y
la vaca lo mira todo. Ustedes, los
que viven por aquí, se habrán fijado en los ojos de las vacas. Los
ojos de las vacas son maravillosos, son
un prodigio, merecen tantos madrigales como los ojos de las mujeres
hermosas y no los tienen las
pobres. […] Los ojos de las vacas son asombrosos,son grandes,
tremendos, son protuberantes, casi
esféricos, se salen casi de las órbitas. Además, están uno a cada
lado de la cabeza, con lo que tienen seguramente
un campo visual, un gran angular que los humanos no tenemos. Un campo
tremendo. Los
ojos de la vaca son sensacionales. Y ¿qué hace la vaca viendo todo
aquello? Se lo zampa, lo observa todo. El
escritor también. El escritor es un voyeur , confesémoslo de
una vez, y lo digo en francés para que no parezca indecente. El
escritor lo ve todo, lo oye, lo huelo todo – no digo que lo toca
porque eso ya sería pasarse - , pero el escritor, verdaderamente, es
una cotilla. Volvamos a la vaca. ¿Qué pasa con ella al cabo de un
rato? La vaca agacha
la cabeza, arranca con sus dientes unas briznas de hierba, las
mastica y se las traga. ¡Ah!, pero como
ustedes saben muy bien, la vaca es un rumiante. Y, además, tiene
cuatro estómagos, quien los pillara,
¿verdad?, para disfrutar más de la comida. La vaca se saca de uno
de sus cuatro estómagos lo que
ha tragado, lo vuelve a la boca y lo mastica de nuevo. El escritor
actúa también como un rumiante: a
todo lo que ha visto, todo lo que ha tocado y oído le da vueltas y
más vueltas. Yo, por ejemplo, voy por la
calle, y como el de escritor es mi oficio permanente, tengo a mi lado
mi ordenador de bolsillo.
(En
este momento, el profesor Sampedro saca de su bolsillo un pequeño
bloc, lo agita en alto para que
todo
el mundo lo vea, la clase sonríe y él ironiza.)
Sí,
ya les dije que adoro la técnica; este ordenador de bolsillo es un
artefacto muy práctico, gasta muy
poca
energía, la que pongo yo. Pues bien, con este artefacto voy por la
calle, se me ocurre una idea y
la
anoto aquí, en esta hojita. Sigo caminando, se me ocurre otra que
nadie tiene que ver con la anterior y
la escribo en esta otra hojita. Naturalmente, cuando llego a casa, no
están por orden. Pero eso lo resuelve
mi ordenador, porque no lo olviden, esto es un ordenador, y lo hace
del siguiente modo: gracias
a mi gran práctica y un movimiento hábil de muñeca, se arrancan
las hojitas, se cambian de sitio juntándose
las afines y separando las inconexas. Es decir, el escritor hace lo
mismo que la vaca: rumia lo
que se ha tragado observando, le da vueltas, lo trabaja. La vaca
transforma la hierba en sustancia vacuna,
el escritor transforma lo que ve, lo que toca, lo que piensa, lo que
imagina, lo que ha ocurrido y
lo que no ocurrió, pero hubiera querido que ocurriera; el escritor
transforma todo en carne. Porque el
escritor auténtico escribe con su carne, su sangre, su médula, lo
mismo que la araña teje su tela con su
propio cuerpo. Bueno, he dicho la araña, tal vez debería haber
dicho el gusano de seda. Es mejor, más
poético. Además, como saben ustedes hay especies de arañas que se
comen al macho durante la cópula,
cosa que nunca me ha hecho gracia, pero, sí, hacen su tela que es la
idea que quería expresar. Resumiendo,
el escritor, como la vaca, observa, rumia, transforma, convierte en
sí mismo; escribe con lo
que es: hace y se hace. Y para que vean que mi metáfora es acertada,
¿qué pasa al final del día con la
vaca? Llega el dueño, se la lleva al establo, la ordeña y al día
siguiente vende la leche y se queda con los
cuartos. Eso sí, deja a la vaca el diez por ciento para que siga
escribiendo. ¿No les parece a ustedes que
mi imagen del escritor como una vaca no es tan desatinada? Con un
poco de imaginación y sin mirarme
al espejo puedo verme como una vaca consciente porque soy un
escritor. [...]"
ResponderEliminarNo estes triste,ahora se que los escritores
nunca mueren.
Un beso