Mujeres con rodete

martes, 4 de diciembre de 2012

Las 1.001 mañanas: razones para escribir

Las tres esfinges de Bikini           Dalí

Hace unos años, la poeta y filósofa Chantal Maillard me tendió su mano desde las páginas para salvarme de algunos huecos, vanos y vacíos que me asediaban. Hoy la recuerdo en sus palabras, muchas razones para "Escribir", tomo unas cuantas:

escribir

escribir
para rebelarse
sin provecho

para mover la mano y seguir su curso
para sentirse viva
AÚN

para morder de nuevo el anzuelo de la vida
para no claudicar

escribir
para insignificar

escribir

inútilmente
para ejercer lo inútil
para abrazar lo inútil
para hacer de la inutilidad un manantial

escritura como sortilegio

escribir
para rastrear

escribir
porque alguien olvidó gritar
y hay un espacio blanco
ahora, que lo habita

escribir

¿y no hacer literatura?
...
¡y qué más da!:

Así también, aprendí de sus "Conjuros", para ejercer la brujería del fondo de las tinieblas-baúl, para ejercer de mano que vuela, de pies danzarines:

No medirás la llama
con palabras dictadas por la tribu,
no pondrás nombre al fuego,
no medirás su alcance.

Probé a mirar de soslayo las cosas y a los seres
que amaba,
a asomarme a su mundo sin ninguna intención.
Me puse a caminar de espaldas a mí misma

y de repente el mundo
se demoró en mis manos.

entonces, sí, entonces es mi dedo
la arena que aletea en la siesta de los pájaros
para cubrir el rastro
que aprisiona mi mano en la pinza que suelta
la duna de mis labios,
Por este sacramento: el poder de los versos
mientras se van tejiendo,
decido liberarme de todas las promesas
que me hice al nacer,

Y así todo se hace y deshace para tomar el ritmo del amanecer, la pauta del ocaso y los acordes del día que acaba noche que acaba risa que termina-empieza por amanecer. Y re-tomo la tecla-lápiz para ejercer la inutilidad de contar en una página volátil por qué algunos autores caminan por mis estanterías (sí, es un extraño sortilegio: esta mañana, cuando me levanté, ya estaban desayunando y de tertulia Chantal, Virginia y doña María Zambrano, al momento llegaron la señora Matute, con su dulce sonrisa, y Carmen, vestida de Caperucita, con una caja de bombones).  


 


domingo, 28 de octubre de 2012

Respira el 14 de novienbre ¡ y todos los días!

La Escribana Pendolista ha recibido por correo este vídeo y desea compartirlo con todxs los visitantes de este blog.
Ya lo sabéis, un abrazo.


http://www.youtube.com/watch?v=8Y-H_KssDdk&feature=player_detailpage


Da la casualidad que hoy también ha encontrado esta foto de mayo de 2011, eran las diez de la noche y estaba con Tía Blasina y Martina en una asamblea del 15-M en Las Setas de Sevilla:


El 14 de noviembre hagamos cada uno lo que podamos, pero no nos olvidemos de decir nuestra palabra con los otros, no dejemos que la palabra solidaridad nos la conviertan en un pingajo.

domingo, 21 de octubre de 2012

Quisiera escribir, pero...


                                           Tendiendo     Berthe Morisot


Pero...
  
                        Las tardes se me pasan vagabundeando entre los quehaceres domésticos y cotidianos, como el respirar, comer y soñar...

                               Se me pasan entre noticias, pesadillas sociales, las pérdidas de cultura, bienestar social, educación, derechos laborales y civiles, pérdidas de trabajo, de techo bajo el que vivir...

                   Entre cabreos y sofocos, escuchando a unos y otros, políticos de diversa jaez, pero mismo relinchar, mindundis económicos y empresariales, y decretos y propuestas de leyes a toque de corneta...

                                Se me pasan las tardes con miedo a que el miedo triunfe, a que la desesperación tome el poder a través de unas urnas cada vez más vacías, unas calles cada vez más solitarias, sin gritos que reclamen lo que nos pertenece...

                 Se me pasan repasando el siglo anterior, cómo el poder se hizo propietario del miedo y lo convirtió en xenofobia, en delación del vecino, en trapicheos, arribismos, ignorancia y analfabetismo, en aversión y condena a las diferencias de la vida, en prepotencia y despojo...

                           Ya no escribo, casi no leo, picoteo de libro en libro...

"El gobierno de las palabras" por aquí, y Juan Carlos Monedero que pregunta "¿Cuándo existen las cosas? ¿Son diferentes cuando les ponemos nombre?"
                              Pues claro, pero ¿qué nombre les ponemos? ¿Implementar, que esa palabra yacía tremendamente aburrida en el diccionario? Claro, por qué no, si la mayoría no sabe lo que significa, así se acojonan y sienten que no entienden de esos asuntos, no diga usted aplicar medidas o poner en funcionamiento, que eso lo entiende todo el mundo y a lo mejor le tiran un trasto a la cabeza cada vez que  implemente. Cuando era pequeña, existía la expresión "poner paños calientes", ahora usan esta versión/perversión lingüística burda y soez para que nos meneemos lo menos posible.

                         Picoteo-releo, por acá, "Principios elementales de la propaganda de guerra" de la historiadora Anne Morelli, con un subtítulo entre paréntesis: utilizables en caso de guerra fría, caliente o tibia. Para comprobar si esto es cierto tomo el primero de esos principios: "Nosotros no queremos la guerra".
                                                          Nosotros no queremos tomas estas medidas, pero...
Comienzo a leerlo:
                                 " ... antes de declarar una guerra o en el mismo momento de su declaración, aseguraban [los hombres de Estado] siempre previa y solemnemente que ellos no la querían."
                                                    Yo soy el primero que no quiere tomar estas medidas, pero... 
               
                               Otro día leeré las nueve restantes, por hoy es suficiente. Compré este libro en el año 2002, con motivo de otra guerra, creo que también económica. Diferente, cierto, conflicto armado, otras armas más cruentas, estas de hoy en día, silenciosas. Ambas matan.

              Ahora, se me vienen a la memoria algunos versos de un poema que escribió en su adolescencia Emilio Rosales, hoy cincuentón, poeta y catedrático:
Recuerda,
que aquí afuera, está la lucha,
sigue la lucha,
sin esperar,
sin respirar,
sin apenas decirlo.
Recuerda,
que el poder extiende sus tentáculos
y nosotros debemos hacerle frente;
que la libertad la están escondiendo,
y nosotros tenemos que buscarla;
...................................................
Pero piensa,
que en nuestras manos,
como barro fértil,
está la realidad 
esperando que la modelemos.
.................................................
                       
            Corrían los años de la Transición, nosotros delante de los monos y nos castigaban encerrados en casa por ser rojos. Parece que todo se vuelve peonza.

                                                  Mujer leyendo      Henri Matisse
  

sábado, 14 de julio de 2012

La muerte de la Escuela Pública:¿dónde estás,maestro?

       Dice mi estimada Tía Blasina: La calle es nuestra, no te qued/jes en casa  .No es ortográficamente correcto, cierto, pero es una triste realidad. Sobre todo para muchos maestros y profesores. ¿Por qué nos da tanto miedo salir a la calle y pegar cuatro voces? ¿Es que así seremos mejores educadores? No creo, puesto que lo que transmitiremos a nuestros alumnos es la docilidad cobarde de quien deja pisotear no sólo sus derechos laborales, sino la esencia misma de su trabajo, la Escuela Pública, la Escuela de Todos.  
      Me gustaría que de vez en cuando luciéramos la M de mineros, no solo porque procuramos extraer lo mejor de nuestro alumnado, lo más valioso, sino también para arremeter contra una clase política y económica a la que no le interesa lo más mínimo que la cultura y la educación pertenezca a todos. Y si hace falta defender lo nuestro salvajemente, hagámoslo. Porque más salvaje es que nazca un nuevo fascismo de la incultura en la que progresivamente nos van a ir hundiendo, porque más salvaje es que retornemos a los años 40 donde la pobreza y la miseria herían a muerte la dignidad de muchas personas, porque más salvaje me parece la cobardía de esconder la cabeza como el avestruz, a ver si no me ven y no me tocan y al de al lado "que le den".
      Se me viene a la cabeza el Capítulo cuatro del libro "La hija del clérigo", en que George Orwell retrata la situación de los maestros en los años 30 en Inglaterra, la década de la Gran Depresión económica.

        "Lo más difícil fue enseñarles historia. Dorothy no había comprendido hasta entonces lo difícil que es para los niños de origen humilde hacerse siquiera una idea de lo que significa la historia. Todas las personas de clase alta, por mal informadas que estén, crecen con ciertas nociones históricas, (...) ; los términos Antigüedad, Edad Media, Renacimiento o Revolución Industrial evocan cierto significado, por confuso que sea, en su imaginación. Pero aquellas niñas venían de casas donde no había libros y cuyos padres se habrían echado a reír si les hubieran dicho que el pasado tenía importancia en el presente."

      "Lo que importa son las tasas y no desarrollar la imaginación de nadie. Al fin y al cabo es una cuestión de sentido común. No irá a pensar que iba a abrir una escuela y dejar que cuatro mocosas me pusieran la casa patas arriba si no pudiera ganar dinero con ello. Lo primero son las tasas y lo demás viene por añadidura. ¿Acaso no se lo dije el primer día que vino usted aquí?"

    "...El viento le recordó el frío que había pasado en Trafalgar Square. Y, aunque en realidad no pensaba que perder su trabajo equivaliera a volver a aquel submundo -en el peor de los casos su primo o alguna otra persona la habrían ayudado-, la charla de la señora Creevy había hecho que Trafalgar Square le pareciera de pronto mucho más próxima. Le había hecho entender a la perfección el gran mandamiento moderno, el undécimo mandamiento que impera sobre todos los demás: 'Conservarás tu empleo'."


       Y por lo tanto harás lo que yo diga, como yo lo diga y a costa de tu propia dignidad y de la dignidad de los demás si es preciso.
      ¿De verdad queremos llegar a eso? ¿Acaso no estamos ya en eso?

domingo, 20 de mayo de 2012

Carlos Fuentes, Laura Díaz y otras mujeres

     Puede que tras las flores moradas de los jacarandás de mi calle, en ese cielo gris y encapotado, esté él. Así que seré respetuosa y le diré que no he leído todos sus libros, solo unos cuantos, que el primero, los relatos de “Cuerpos y ofrendas” me gustó, que en él he encontrado una pegatina que reza: Desaparecidos ¡ni olvido ni perdón!, y una papeleta para un sorteo pro-local de la CNT de 1983. Como me gustó, repetí: “La muerte de Artemio Cruz” me fascinó formalmente:YO, TÚ, ÉL; me embebió su don de memoria histórica. Aprendí que forma y contenido son pareja amorosa que se arropan.
     Pasaron los años y los autores y regresé a él porque un amigo me dijo: Lee “Los años con Laura Díaz”, te va a gustar. Y así fue.

      Laura Díaz tenía una abuela, la abuela Cósima, de quien decían las malas lenguas que había desperdiciado su vida en un amor que no la merecía, el de un bandido romántico. Pero la abuela Cósima veía, sentía, las cosas de otra forma:
      “Laurita, niña -le dijo ya enferma, una vez, como si no quisiera que el secreto se perdiese para siempre-.Vieras qué hombre tan guapo, vieras qué brío, qué arresto...
       No le dijo niña, déjate tentar siempre, no te asustes, no te amilanes, nada sucede dos veces, ni añadió a la gallardía y el brío, la tentación, porque era una señora decente y una abuela ejemplar, pero Laura Díaz, para siempre, guardó en su corazón esas palabras, esa lección que le entregó su abuela. No lo dejes pasar, niña, no lo dejes...
      -Nada se repite...”
      También tenía Laura tías. Una de ellas,
      “... la tía María de la O se acercó a la cama, se sentó y le acarició la cabeza a la muchacha.
      -No te desanimes, niña. Veme no más a mí. A veces has de pensar que mi vida ha sido difícil, sobre todo cuando vivía sola con mi madre. Pero ¿sabes una cosa?, venir al mundo es una alegría, aunque te hayan concebido en medio de la tristeza y de la miseria, quiero decir tristeza y miseria de adentro, más que de afuera; llegas al mundo y tu origen se borra, nacer es siempre una fiesta y yo no he hecho más que celebrar mi paso por la vida, sin importarme un comino de dónde vengo, qué pasó al principio, cómo y dónde me parió mi madre, cómo se portó mi padre... ¿Sabes?, tu abuela Cósima lo redimió todo, pero aun sin ella, sin todo lo que le debo a tu abuela y lo mucho que la adoro, yo celebro al mundo, yo sé que vine al mundo a celebrar la vida, en las duras y en las maduras, niña, y lo voy a seguir haciendo, ...”
       Con el tiempo, Laura se tuvo a sí misma.
      “Él la esperaba y ella imaginó una infinita variedad masculina, la misma que los hombres imaginan en las mujeres pero que a ellas les es prohibido expresar públicamente, sólo en la intimidad más secreta: me gusta más de un hombre, me gustan varios hombres porque soy mujer, no porque sea puta.”
       Quizá porque se tuvo, en su madurez, un hombre la veía así "al separarse del abrazo nocturno, cariñoso, de los amantes":
      “... la miraba desde la cama cuando se arreglaba frente al espejo cada mañana y contrastaba a la mujer aún joven que conoció dos años antes emergiendo de una alberca cuajada de bugambilias a la señora de cincuenta y seis años con el pelo cada vez más canoso, la simplicidad del arreglo de la cabellera larga y entrecana recogida en un chongo en la nuca, despejando aún más la frente límpida y subrayando las facciones angulares, la nariz fina y grande montada sobre un caballete, los labios delgados de estatua gótica. Y todo salvado por la inteligencia y el fulgor de los ojos amarillentos al fondo de las cuencas sombrías.
       La miraba también en los quehaceres de la casa, [...], preparar las comidas, darse duchas prolongadas, sentarse en el excusado, dejar de usar las toallas sanitarias, sufrir de calores relampagueantes,...”
       Ya se lo había dicho años atrás Frida Kahlo a Laura:
      “... la belleza sólo pertenece al que la entiende, no al que la tiene, la belleza no es otra cosa más que la verdad de cada uno de nosotros, (....), a ti te toca entenderla y encontrarla, tu verdad, (...) ¿sabes?, conocernos a nosotros mismos nos vuelve hermosos porque identifica nuestros deseos; cuando desea, una mujer, siempre es bella...”
       Y Carlos Fuentes, cuando escribió esto, no hablaba solo del deseo carnal, sino del amplio deseo de cumplirnos a nosotras mismas, a nosotros mismos.

[Reconocimiento de autoría: "Los años con Laura Díaz", Carlos Fuentes, Alfaguara ed., 1999, Páginas: 36, 91, 362 y 184 respectivamente.]

sábado, 12 de mayo de 2012

La ceguera política: Simone de Beauvoir y Sartre

     Ha pasado casi un siglo, pero cualquiera, a cierta edad o en algún momento de su vida, podría decir lo que Simone de Beauvoir dice de Sartre y de ella en “La plenitud de la vida”:

    “Había que recrear al hombre y esa invención sería en parte nuestra obra. Solamente pretendíamos contribuir a ello mediante nuestros libros. La vida pública nos fastidiaba; pero contábamos con que los acontecimientos se desenvolverían según nuestros deseos sin que tuviéramos que intervenir; sobre ese punto en ese otoño de 1929 compartíamos la euforia de toda la izquierda francesa. La paz parecía definitivamente consolidada; la expansión del partido nazi en Alemania sólo representaba un epifenómeno sin gravedad. [...] Y la crisis, de una excepcional virulencia, que sacudía al mundo capitalista permitía presagiar que esa sociedad no aguantaría mucho tiempo. Ya nos parecía vivir en la edad de oro que constituía a nuestro parecer la verdad oculta de la Historia y que esta se limitaría a revelar.
      Ignorábamos en todos los planos el peso de la realidad. Nos jactábamos de una libertad radical. ...”

      En el párrafo siguiente, llama a su actiud y a la de su compañero “ceguera política”. Unos años después les tocó vivir la Segunda Guerra Mundial. A nosotros nos toca vivir el comienzo del siglo XXI, han pasado de moda las lanzas, los arcabuces, las metralletas. Ahora es más sencillo: manipulación publicitaria, subida de productos básicos, despidos laborales, bonos e hipotecas basura, supresión de derechos sociales, hundimiento de la sanidad y la educación públicas, etc. No hay que desplazar contingentes, se nos meten en casa ellos solos, en el trabajo, en la vida cotidiana: ten miedo a perder tu trabajo, a no tener buena salud, a quienes son diferentes, a perder tu casa... Toma cada día una dosis más de miedo hasta quedar inmovil, tú solo a lo tuyo, lo de todos no existe, eso era antes, queda inmóvil y dócil, que yo sé lo que hay que hacer para remediar las cosas. Tú calladito, que tú no sabes nada. La ceguera política es una enfermedad universal de todos los tiempos, salgamos de nuestro cascarón, digamos lo que tengamos que decir, no nos dejemos contagiar.
     
     ¡Ah, se me olvidaba, me he encontrado a Tía Blasina el 12M con el 15M! ¡Somos, estamos, seremos, estaremos! ¡Y no es contingencia!

[Reconocimiento de autoría: "La plenitud de la vida", Simone de Beauvoir, Edhasa, 1984, pags. 16-17. Título original: "La force de l'àge".]

sábado, 5 de mayo de 2012

Simone de Beauvoir (I). "Las bellas imágenes": cuando una mujer se desanuda de sí misma

     Estoy en las últimas páginas de “Memorias de una joven formal” de Simone de Beauvoir. Había heredado de mi hija unos cuantos libros de ella y un domingo de noviembre, frío y sin gracia, después de terminar el libro que tenía entre manos, sin posibilidad ni ganas de salir a comprar otro, me puse a merodear por el estante de los libros heredados. Unos muy gordos, otros muy flacos y autores que no me apetecían. Simone de Beauvoir, “Una muerte muy dulce”...,“Las bellas imágenes”...,“Cuando predomina lo espiritual” (no, no me siento nada espiritual, pensé). Pero de pronto me acordé que era una de mis asignaturas pendientes de los veintitantos. Muchas mujeres de mi generación la habían leído, yo aún no, quizá fuera el momento. Elegí “Las bellas imágenes”, así por animar la tarde. Y lo comencé, y me lo llevé al metro y al autobús, al sofá y la cama. Me encantó la sencillez con que describía profundas emociones, que si se han vivido, sus palabras son espejo:
  
     “Y también está ese hueco, ese vacío, que hiela la sangre, que es peor que la muerte aunque se lo prefiera a la muerte desde el momento en que uno no se suicida: lo he conocido hace cinco años y aún conservo el espanto que me causó. Y el hecho es que las personas se suicidan (...) porque existe justamente algo peor que la muerte. Eso es lo que da frío en los huesos cuando leemos el relato de un suicidio: no el frágil cadáver colgado de los barrotes de una ventana, sino lo que ha sentido ese corazón, justo antes.” [se dice Laurence]
    
      Pero no sólo en el ámbito de lo privado paran las emociones del personaje. Con enfado, responde a las intelectualidades de su marido:
  
     “-En todo caso, cuando nos cuentan que a los franceses no les faltará de nada... No se necesita consultar a millares de especialistas para saber que dentro de veinte años la mayoría no tendrá aún cuartos de baño puesto que en casi todas las H.L.M. [viviendas de renta limitada] no han instalado sino un mismo cuarto que sirve de cocina y baño.”
     
      Y es que Laurence, la protagonista del libro, está enredada entre lo que ve, siente, sabe, ignora, le ocultan, entre crianza, pasado, presente y atisbo de futuro, enredada entre todo y desanudada de sí misma:
    
     “¿Por qué había decidido hacer el vacío en su vida, ahorrar tiempo, fuerzas, aligerarse el corazón, en tanto que no sabía qué hacer de su tiempo, de sus fuerzas, de su corazón? ¿Una vida demasiado llena? ¿Demasiado vacía? Llena de cosas vacías, ¡qué confusión!”
    
    La historia no termina ni bien ni mal, sencillamente con algo tan cotidiano y a veces tan fundamental y necesario como una toma de decisión.
     Este lo escribió con 58 años, me dije, y volví al estante con la esperanza de que hubiera otra obra de madurez entre los que quedaban. “Una muerte muy dulce” lo había escrito a los 64 años. ¿Pero un libro sobre la muerte, la muerte de su madre? Me armé de valor y lo comencé.
                                                                                                                               (continuaré...) 
                                                                                                                      lescripen@gmail.com 

 [Reconocimiento de autoría: "Las bellas imágenes", Simone de Beauvoir, Ed. Edhasa-pocket- 2004. Páginas 88, 151 y 149, respectivamente. Título original de la obra: "Les belles images".]

sábado, 28 de abril de 2012

La Pícara Coraje: hombres e independencia personal

       “Esto lo sé por experiencia propia y hasta os lo podría recitar en verso; debo confesar que el entregar la flor de mi virtud no me causó el más mínimo dolor, pues nunca pretendí ponerle cadenas, pero me llegaba al corazón tener que dejarme tomar el pelo y encima parecer encantada con ello...”.

       “Jamás se me pasó por la cabeza pretender los pantalones vuestros, sino que, por cuanto sé bien que la mujer no salió de la cabeza del hombre, sino de su costado, esperaba que esto lo supiera el que tanto amo y que, acordándose de mi origen, no me tomase por una manta para los pies -como si se me hubiese creado a partir de los pies-, sino por su esposa, que es por lo que no aspiro a sentarme a su cabecera, sino a su lado.”

       “Con estas cuitas me atormentaba, y buscaba en mí misma consejo, porque no había otro que me prestase fidelidad, por eso debía llevar yo sola el peso de mis propias decisiones.”

       “La Pícara Coraje” llegó a mi conocimiento tras leer “Moll Flanders”, a quien había conocido por mediación de Virginia Woolf (así voy leyendo de aquí para allá, porque me recomiendan libros, personajes, autores...). En la librería lo ojeé. No me acababa de decidir. Hasta que leí en la Introducción de Manuel José González lo siguiente: “La diferencia también entre la pícara alemana y las españolas es manifiesta en este apartado: la fuente de su economía es en las españolas el marido, de procedencia pasiva, por tanto, mientras que en Coraje es mérito personal, procedente de su ingenio, su astucia, su belleza y su elevado rango social, como prostituta de alcurnia.”. Mi lado pendón, más que pendolista, quedó seducido y me la llevé a casa. Allí me contó su vida y pude comprender que la emancipación de la mujer viene de largo, que querer hacer una su vida sin bridas no es asunto moderno. Me reí mucho con ella, me acordaba de Moll, en fin, qué más deciros... que no está contada la historia como se hace en la narrativa actual, pero todo es cuestión de acostumbrarse, o de lectoras-es valientes. ¡Ah, y mi tía Blasina os recomienda encarecidamente leer el acuerdo a que llega con su galán al final del Capítulo XV! Porque como ella dice: “Hija, aunque estemos en el siglo XXI, a veces parece que se ha caído una X.”
                                                                                  Y tú, ¿qué opinas?  lescripen@gmail.com

[Reconocimiento de autoría: los párrafos se encuentran en las páginas 89, 104 y 114, respectivamente, de “La Pícara Coraje”, H. J. Ch. Von Grimmelshausen. Ediciones Cátedra, Letras Universales, 1992. Título original de la obra: “Die Landstörzerin Courasche”.]