Estoy en las últimas páginas de “Memorias de una joven formal” de Simone de Beauvoir. Había heredado de mi hija unos cuantos libros de ella y un domingo de noviembre, frío y sin gracia, después de terminar el libro que tenía entre manos, sin posibilidad ni ganas de salir a comprar otro, me puse a merodear por el estante de los libros heredados. Unos muy gordos, otros muy flacos y autores que no me apetecían. Simone de Beauvoir, “Una muerte muy dulce”...,“Las bellas imágenes”...,“Cuando predomina lo espiritual” (no, no me siento nada espiritual, pensé). Pero de pronto me acordé que era una de mis asignaturas pendientes de los veintitantos. Muchas mujeres de mi generación la habían leído, yo aún no, quizá fuera el momento. Elegí “Las bellas imágenes”, así por animar la tarde. Y lo comencé, y me lo llevé al metro y al autobús, al sofá y la cama. Me encantó la sencillez con que describía profundas emociones, que si se han vivido, sus palabras son espejo:
“Y también está ese hueco, ese vacío, que hiela la sangre, que es peor que la muerte aunque se lo prefiera a la muerte desde el momento en que uno no se suicida: lo he conocido hace cinco años y aún conservo el espanto que me causó. Y el hecho es que las personas se suicidan (...) porque existe justamente algo peor que la muerte. Eso es lo que da frío en los huesos cuando leemos el relato de un suicidio: no el frágil cadáver colgado de los barrotes de una ventana, sino lo que ha sentido ese corazón, justo antes.” [se dice Laurence]
Pero no sólo en el ámbito de lo privado paran las emociones del personaje. Con enfado, responde a las intelectualidades de su marido:
“-En todo caso, cuando nos cuentan que a los franceses no les faltará de nada... No se necesita consultar a millares de especialistas para saber que dentro de veinte años la mayoría no tendrá aún cuartos de baño puesto que en casi todas las H.L.M. [viviendas de renta limitada] no han instalado sino un mismo cuarto que sirve de cocina y baño.”
Y es que Laurence, la protagonista del libro, está enredada entre lo que ve, siente, sabe, ignora, le ocultan, entre crianza, pasado, presente y atisbo de futuro, enredada entre todo y desanudada de sí misma:
“¿Por qué había decidido hacer el vacío en su vida, ahorrar tiempo, fuerzas, aligerarse el corazón, en tanto que no sabía qué hacer de su tiempo, de sus fuerzas, de su corazón? ¿Una vida demasiado llena? ¿Demasiado vacía? Llena de cosas vacías, ¡qué confusión!”
La historia no termina ni bien ni mal, sencillamente con algo tan cotidiano y a veces tan fundamental y necesario como una toma de decisión.
Este lo escribió con 58 años, me dije, y volví al estante con la esperanza de que hubiera otra obra de madurez entre los que quedaban. “Una muerte muy dulce” lo había escrito a los 64 años. ¿Pero un libro sobre la muerte, la muerte de su madre? Me armé de valor y lo comencé.
(continuaré...)
lescripen@gmail.com
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[Reconocimiento de autoría: "Las bellas imágenes", Simone de Beauvoir, Ed. Edhasa-pocket- 2004. Páginas 88, 151 y 149, respectivamente. Título original de la obra: "Les belles images".]
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