En
las corridas de toros, "la manada" se llama cuadrilla. La
cuadrilla la componen varones que torturan de diferente forma a un
animal, toro, mediante lesiones de banderillas y rejón para que
pierda fuerzas y el torero lo pueda matar, lo debilitan para que uno
lo remate. Actúan colectiva y coordinadamente para torturar y dar
muerte a un animal al que crían expresamente para ese cometido de
víctima. Eso está considerado en mi país una fiesta, y lo llaman
fiesta nacional por añadidura. Es un festejo representativo de
nuestro país dentro y fuera de nuestras fronteras.
Un
grupo de hombres acorrala a una mujer, la torturan sexualmente
penetrándola numerosas veces vaginal, anal y bucalmente y le "matan"
los inicios de su juventud. Se retransmite mediante móvil -no por la
tele como las corridas de toros-, los seguidores aplauden y alaban la
faena. Los participantes, la manada-cuadrilla, se felicitan por su
éxito, por lo bien que lo han hecho. Muestran el dolor y sufrimiento
de la víctima como trofeo, al igual que se muestra al animal muerto
en la plaza, y ufanos presumen de hazaña cual torero que da la
vuelta al ruedo mostrando una parte amputada del animal, oreja, rabo,
entre aplausos del público.
¿Por
qué nos extrañamos de que en este juicio no se considere agresión
sexual, violación, los hechos padecidos, sufridos, por esta
jovencísima mujer? ¿Por qué nos sorprende que la ley no lo
contemple rotundamente así? Nuestra fiesta nacional nos retrata,
retrata una cultura que rinde tributo al poder sobre el supuestamente
débil, que no es tal, solo un animal a quien se debilita a propósito
mediante tortura cruenta y cruel, encerrado sin escapatoria posible.
Nuestra
cultura, heredera del franquismo-catolicismo, es una cultura
obsesionada con encumbrar y ensalzar el sufrimiento y la muerte: el
hombre más valeroso, el que pierde la vida en una guerra; la mujer
más valerosa, la que pierde la vida defendiendo su "virtud"
(porque si no la defiende parece que tenga merecido lo que le
suceda); la Semana Santa celebra la muerte del Dios católico y se
olvida de la parte más hermosa y esperanzadora que es la
resurrección; el/la mejor trabajador/a es quien entrega su vida al
trabajo sin mirar la cantidad de horas, su salario mísero ni el
desgaste de su salud; etc., etc., etc., demasiado largo...
Han
pasado más de cuarenta años de la muerte de un militar dictador que
se sublevó contra una democracia -tuviera los defectos que tuviera,
pero era una democracia-. Durante cuarenta años -tras unos pocos de
república y muchos de dictadura anterior y monarquías absolutistas
y siempre bajo la tutela de la iglesia católica- hemos sido educados
moral, espiritual, mental, emocional, social, económica,
culturalmente, etc. por un régimen militar-religioso por el que la
famosa Transición ha pasado de puntillas. Hasta que no lo
derroquemos dentro de nosotres mismes con todo el apoyo mutuo de que
seamos capaces y no lo derroquemos en nuestras formas sociales y de
convivencia, en nuestros hábitos, costumbres y comportamientos,
desde los políticos, económicos, judiciales, institucionales... ,
hasta los modestos y cotidianos de cada día a base de mucha
solidaridad y cooperación, no habremos derrotado definitivamente a
la dictadura, sus secuelas y a sus secuaces.
Hasta
que en este país no nos parezca una bestilidad, un sinsentido, una
aberración sentencias como la de "la manada", condenas
judiciales por canciones, chistes, posiciones políticas
discrepantes, etc., desahucios, condiciones de trabajo cercanas a
modos esclavistas, incapacidad para recibir y alojar a exiliados,
abusos y acosos sexuales como formas normales de relación, y el
sinfín de situaciones que se te están pasando por la cabeza, no nos
podremos llamar democracia con mayúsculas, solo seremos la eterna
prolongación de una Historia incapaz de mirarse a sí misma,
aprender de sus errores y cambiar.
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