Mujeres con rodete

domingo, 19 de enero de 2020

Bella idea la de Olivia Sudjic

The convalescent                Gwen John

            Talismán: Dícese del objeto, a veces con figura o inscripción, al que se atribuyen poderes mágicos. Así lo define el diccionario. La escritora Olivia Sudjic nos habla en su ensayo Expuestas de sus libros talismanes. Me llamó la atención; paré de inmediato a considerar la idea; yo también he tenido a lo largo de mi vida libros, y no solo libros, también autores y autoras -estas más abundantes- que han obrado en mí la magia de resucitarme de algún letargo, ya fuera emocional, espiritual o intelectual. Esos letargos que aparecen en la vida de mano de la monotonía cotidiana, las emociones reprimidas, las tristezas no resueltas. Esos talismanes son hálitos de vida que penetran a través de minúsculos símbolos impresos de la mente de un escribiente remoto en el espacio o el tiempo a la propia mente anhelenta sin saberlo; o conociendo su anhelo pero no identificándolo a priori con lo que le va a seducir de este o aquel texto, que en su lectura se desvela como paliativo o alimento y descubre ese deseo oculto, resucita esa oscuridad para traerla al borde del pozo y que se oree y asolee.
             Un libro talismán cumple la función de resucitador cuando llega en el momento justo, en una curiosa encrucijada espacio-temporal en la que una mano se tiende hacia un título en que la vista se ha quedado prendida. El hecho de asirlo, de voltearlo para leer la breve reseña trasera; la acción de abrirlo, de pie, en la librería, en un momentáneo aislamiento y leer unas pocas palabras, frases, algunos renglones del comienzo, un párrafo de sus páginas intermedias y, por pura disciplina, abstenerse de atisbar en las últimas es ya un acto de fe, de dejarse atraer por ese objeto en el que una intuye que habrá de sumergirse y abstraerse por horas y días para responder a la silenciosa llamada que nos ha hecho, para responder a ese impulso, esa intuición -inteligencia silente y penetrante- que ha llevado la mirada a él substrayéndola de cualquier otro, que ha ordenado a la mano sin su permiso: tómalo.
              Y la vuelta al hogar, o el retiro a esa plaza o parque predilecto, se ejecuta en un estado de emoción confusa, reprimiendo la necesidad de tomar el talismán en plena calle y abrirlo para comenzar a sentir su influjo; bien es sabido que quien sucumbe a esa necesidad puede acabar por dar con su frente en una farola o su pie en un mal apoyo. Después, como si de un regalo se tratara, desenvolvemos las primeras palabras y líneas con ansiedad y sucumbimos a la alegría, el placer de nuestro juguete nuevo, aún sin consciencia plena de que habrá de transmutarse en talismán al cabo de unos párrafos o páginas, pero con la esperanza, oculta a nosotras mismas, de que así ocurra.
             Bella idea la de Olivia Sudjic, real por añadidura, para quienes amamos las palabras, ordenadas en forma de ensayos o novelas, distribuidas para conformar un poema o un drama, extendidas sobre superficies de papel para narrarnos u ordenarnos el mundo, para conformarlo de forma inesperada, para solaz de nuestra vista y oídos, para informarnos, convencernos o sencillamente compartir aquello que un día estuvo en la mente, las emociones, las tripas de un autor, de una autora, de un escribiente y que dejó escapar de sus dedos para que se posaran en un papel o una pantalla de ordenador.